El mestizaje supuso un proceso amplio, duradero y profundo, hasta el extremo de configurar un pueblo nuevo que estaría en la base demográfica del futuro Chile. Ahora bien, el mestizaje conoció etapas y significados distintos. En un primer momento hace referencia a una cuestión biológica, los nacidos de español e indígena, pero muy pronto, a finales del siglo XVI, se refiere con preferencia a un concepto cultural. Hasta el punto de que el mestizo será considerado criollo si pasaba a vivir con el padre e indígena si se integraba en la familia de la madre. Los mestizos criollos se contabilizaban en los recuentos como españoles, sobre todo a partir de la tercera generación. La clasificación de los cruces raciales americanos hizo que los hijos habidos de blanco y mestiza se denominaran «castizos», pero los habidos de blanco y castiza simplemente se llamaban «españoles».
Las condiciones climáticas ambientales y los sucesivos enlaces con europeos favorecieron el «emblanquecimiento» de la población y el retroceso de los rasgos indígenas entre ellos.
Los mestizos nunca llegaron a constituir una comunidad con identidad y comportamientos propios. Inicialmente estuvieron excluidos de cualquier prestación militar y del acceso al estudio, pero la integración y los sucesivos enlaces los «españolizaron». La ausencia de herederos legítimos permitió que los mestizos habidos fuera del matrimonio sucedieran al padre español en la posesión de sus bienes.
Los mestizos que se mantenían en la casa paterna muchas veces reemplazaban a sus madres en las funciones que desempeñaban en el hogar, en la estancia o en la chacra. Las hijas mestizas de las casas principales eran educadas al modo español y con frecuencia dadas en matrimonio a españoles de inferior rango que el paterno, a menudo empleados de éste. Las mujeres mestizas formaron la base de posteriores matrimonios de españoles y en buena medida dieron la pauta de la futura población chilena. Sin embargo, fue muy frecuente en los siglos XVI y XVII la «barraganería», unión libre entre hombres y mujeres sin vínculo sacramental, lo que el clero no cesó de denunciar.
Las siguientes generaciones mestizas fueron integrándose en una sociedad progresivamente hispanizada al margen de la procedencia étnica de sus componentes. Indígenas y negros, por el contrario, quedaban al margen del sistema. Los yanaconas mantuvieron la condición de siervos. Los hijos mestizos no reconocidos tendieron a casar con mestizas e indias, lo cual era tenido en la férrea jerarquía colonial por un descenso en el rango social.
Los mestizos pasaron a convertirse en subditos directos de la Corona, con las obligaciones que comportaba esa situación y también con la ventaja que la monarquía hallaba en ella. Andando el tiempo, en el siglo XVIII, el término mestizo sirvió para designar a los sectores populares adaptados a la hispanización de la provincia.
Los matrimonios mixtos estaban autorizados desde 1501 y no dejaron de producirse en una región tan alejada de los centros del Imperio y con tan escasa presencia de mujeres de procedencia española. Sin embargo, la mayor parte de los mestizos eran fruto del concubinato o de la práctica de abusos. La presencia de una tropa estacionada en la frontera, la endémica situación de fuerza y el lento progreso de la Colonia favorecieron estos comportamientos.